¿Todos mienten?

Para el añorado Dr. House no cabía ninguna duda. Y las innovaciones tecnológicas parecen darle la razón. Si se estudian las aplicaciones de la tecnología que está revolucionando el mundo de los negocios, la tecnología blockchain, todas parecen orientadas a resolver las distintas mentiras o engaños establecidos y propios de cada sector económico.

Todo comenzó con el desarrollo de las criptomonedas que surgieron como reacción defensiva a los engaños de las instituciones financieras que condujeron a la crisis del 2008. Independientemente del éxito final de una u otra moneda virtual, sin duda han tocado de muerte al segundo oficio más antiguo de mundo.

Y cada día descubrimos propuestas y soluciones de la tecnología blockchain que se presentan para protegernos de otras tantas mentiras: Ventas fingidas, votaciones saboteadas, diplomas universitarios falsificados, experiencias profesionales inventadas, piezas de recambio auténticas que no son originales, medicamentos caros que están falsificados, prendas de ropa y complementos de marcas exclusivas pero de contrabando, la botella de Rioja rellena de un vino adulterado, siniestros fingidos para cobrar indemnizaciones, grandes copias como obras de autor verificadas, nuevos coches de segunda mano con cuentakilómetros amañados y un historial de accidentes desaparecido, productos de alimentación de tanta calidad como incierto es su origen, documentos de identidad manipulados, las estadísticas o los asientos contables…, por poner algunos ejemplos.

Las cifras que se manejan en cada caso para fundamentar la aplicación del blockchain y la transformación radical de esos sectores son asombrosas. Aunque no todo sea mentira, el engaño alcanza proporciones considerables y no hay modo de separar el grano de la paja.

La información cifrada y distribuida en miles de servidores y los “smarts contracts” de ejecución automática y gobernados por unas líneas de código inviolables parecen destinados a convertirse en la nueva autoridad garante del cumplimiento de la ley y el orden.

Quienes trabajamos con esta tecnología no dudamos en considerarla apasionante por la genialidad de su concepción. También es cierto que no hay profesional ni sector económico que pueda ignorarla sin correr el riesgo de quedarse rezagado o marginado. Pero resulta un tanto inquietante sustituir la confianza en la relación personal y el apretón de manos por la solidez de un lenguaje de programación.

Me resisto a imaginar una sociedad en la que ya nunca más se asuma el compromiso con la palabra dada.

 

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